Ofrecer experiencias significa diseñar la totalidad, donde lo que pesa no es tanto aquel diseño «super creativo», sino la suma de percepciones positivas que refuerzan los valores de una marca.
Entras a una cafetería, incluyendo las de cadenas, y chocas con los incordios: mucho ruido, humo, esperas al camarero para hacer el pedido y, luego, de nuevo, para pagar.
¿Has entrado a Starbucks?
Su café no es el mejor de todos y es más caro en otros sitios. Lo que compras, aparte de varias decenas de opciones de café, es un clima especial.
El estilo de los dependientes, chicas o chicos dinámicos y de buen humor que casi parecen socios de la empresa, un par de sillones cómodos, los periódicos y un vaso con tu nombre escrito.
Puedes llevarte gratis una bolsita con poso de café como abono para tus plantas. Cada cm2 del local está diseñado para entretener, tranquilizar y transmitir conocimiento acerca del café.
¿Recuerdas el logotipo de Starbucks? Nueve de cada diez encuestados no pueden desrcibirlo.
Al final la experiencia del cliente dentro del establecimiento es lo que marca la diferencia.